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1. Las bebidas gaseosas aumentan el apetito
La primera razón para olvidarte de los refrescos tiene mucho que ver con los hábitos que fomenta. Así lo explica Carlos Casabona, pediatra y responsable de la página web www.tueligesloquecomes.com Según explica, "hay fuertes evidencias que demuestran que las calorías consumidas de manera líquida no producirán una sensación de saciedad tan alta como sucede con los alimentos que ingerimos de forma sólida". En pocas palabras, esto quiere decir que nuestro cuerpo "no registra" las calorías que bebemos, así que vamos a seguir con hambre.
Esta falta de saciedad altera todos los mecanismos endocrinos que suceden en nuestro organismo al ingerir alimentos y al hacer la digestión. Beber refrescos no sólo aporta una gran cantidad de calorías innecesarias, sino que estimula nuestro apetito, llevándonos a comer más de lo habitual. Además, el gas que contienen este tipo de bebidas va agrandando nuestro estómago, haciendo que necesitemos de mayores cantidades para sentirnos satisfechos. Esto sucede también con los refrescos bajos en calorías, por lo cual no son la mejor idea para ayudarte con tu línea.