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Nos escondemos de los sentimientos, ya que buscamos solamente sensaciones. Tenemos miedo de estarnos perdiendo de otras cosas. Queremos siempre emociones fuertes, lo novedoso, lo que está de moda. Nos hemos vuelto incapaces de buscar un compromiso.
Esperamos encontrar una felicidad constante, sin fallos. No queremos intimidad porque no queremos abrirnos ni ayudar al otro a que lo haga. Soñamos con querer a alguien con todo y sus defectos, pero no estamos dispuestos a mostrar los propios.
Queremos esconder nuestras imperfecciones con filtros, vivir a través de las fotos que posteamos, y sustituir las conversaciones por maratones de series. Y después nos preguntamos...¿Dónde está mi príncipe azul?
El problema de nuestra generación es que hemos renunciado a las relaciones, aunque en el fondo las seguimos soñando.