© Getty Images / MARHARYTA MARKO
1) Amasar de manera incorrecta
Olvídate de ser como esos talentosos pizzaiolos que pueden lanzar la masa de pizza al aire y hacerla girar en sus dedos como si nada. Conseguir la masa de pizza adecuada puede ser un reto: si es demasiado gruesa, quedará más chiclosa que crujiente, pero si es demasiado fina, no podrá soportar los ingredientes.
Para encontrar el equilibrio perfecto, procura que la masa tenga un grosor de aproximadamente 1 cm. Si utilizas una masa casera que ha sido refrigerada o congelada, asegúrate de dejarla a temperatura ambiente antes de empezar a trabajarla. Puedes estirar la masa sobre una superficie enharinada, para evitar que se pegue, o mojarte las manos con aceite de oliva y frotar un poco sobre la superficie de trabajo. Esto añade sabor y ayudará a que la corteza obtenga un acabado dorado y crujiente.
Hagas lo que hagas, no utilices un rodillo para aplanar la masa. Si lo haces, eliminará las bolsas de gas, que le dan esa deliciosa textura esponjosa.