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Para comenzar...
Producir alimentos cuesta una cantidad considerable de energía que, a lo largo del proceso, libera contaminantes a la atmósfera. Por eso, ser consciente de ello debería orientar el gasto hacia elecciones responsables. En otras palabras, la forma en que compramos afecta directamente a la salud de las economías, del planeta y de las personas implicadas, no sólo a nosotros, que consumimos esos alimentos. Empecemos por este aspecto fundamental.