Como dijimos al principio, el cáncer encuentra más recursos para crecer en un entorno ácido. Es por esto que alimentos como la carne roja, los lácteos y los refinados (todos ellos ácidos) contribuyen directamente a aumentar las probabilidades de sufrir esta enfermedad. Por el contrario, priorizar los alimentos alcalinos en la dieta (tales como la fruta y verdura fresca, los granos enteros o sencillamente el agua) puede revertir este panorama y ayudar a alcanzar un sano equilibrio. Esto no solo aplica al cáncer sino también a otras afecciones que se aprovechan igualmente de la acidosis para hacer su aparición: esclerosis múltiple, osteoporosis, arritmias, trastornos de inmunodeficiencia, etc.