Revisa bien tu ramo; retira todas las flores y hojas que estén marchitas. Vacía el agua del florero y lávalo con jabón para eliminar las bacterias que empiezan a formarse. Seca el exterior con un trapo para que evitar las manchas de agua. Llénalo nuevamente con agua limpia. También puedes añadir conservantes florales o una pastilla de aspirina para ayudar a que tus flores duren más tiempo. Procura que los tallos estén sueltos y que haya un poco de espacio entre cada flor para que respiren.
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