Es el postre emblemático de la gastronomía jalisciense. Su origen remonta a la Guadalajara del siglo XIX cuando unas monjas provenientes del pueblo de Jérica en España idearon este postre para ofrecer a los niños huérfanos del Hospicio Cabañas después de las comidas.
Se prepara de manera similar a un flan, con leche, canela, vainilla, azúcar y huevos. Se cocina en el horno a baño maría sin cubrir la superficie del recipiente para que las jericallas tomen su tradicional color tostado. ¿Se te antojan?